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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró novel Chapter 440

Las policías rápidamente derribaron a Sira. Luego, llegaron otros dos oficiales que la esposaron y se la llevaron a

la fuerza.

Los gritos histéricos de Sira se volvieron roncos y desagradables. Había llegado al límite del colapso emocional y sus expresiones se volvieron tan aterradoras como las de un demonio. Sus ojos tan enrojecidos y llenos de odio y rencor lograron asustar a Celia.

-Jefe, ya es hora de irnos -recordó el guardaespaldas detrás de César.

Él no le respondió. Echó un vistazo a la persona en su abrazo y, de repente, la levantó en brazos y se alejó con pasos firmes.

Pronto, llegaron al estacionamiento.

-Ya puedes soltarme -habló Celia en sus brazos, intentando evitar las miradas curiosas de los transeúntes. Él no dijo nada más y solo la bajó.

Lo sucedido había estado fuera de las expectativas de Celia, ni siquiera pudo presentar las pruebas que ella tenía. Desde que Sira resultó herida y fue hospitalizada, todo había sido impulsado por unas manos ocultas. Incluso Beatriz había sido derrotada sin darse cuenta.

Ella miró a César y, por coincidencia, él también la estaba mirando. Celia, al encontrar su mirada, por primera vez se sintió incómoda y desvió la vista.

Sabía

que

él había bloqueado el camino de Sira y había destruido su única esperanza, pero ella simplemente aún no podía superar la muerte de sus padres adoptivos, y todas esas injusticias y resentimientos del pasado. Por

eso,

al verlo, siempre sentía una ráfaga de emociones contradictorias.

Como ella permanecía en silencio, César miró su reloj de pulsera.

-¿Nicolás no vino contigo?

Celia parpadeó, confundida.

-¿Qué tiene que ver él?

Él se rio con actitud indiferente.

-Piensas darle una oportunidad, ¿no?

-Que le oportunidad o no, ¿a ti qué te importa? —Celia, sintiéndose inexplicablemente enfadada, se dio la vuelta para irse.

César la detuvo con la mano y ella retrocedió tambaleándose, casi perdiendo el equilibrio, pero él la apoyó con

firmeza en la cintura. Se veía una tenue sonrisa en su cara.

¿Con solo un par de preguntas ya te enfadas? ¿Solo muestras este temperamento cuando estás conmigo?

Celia le dio un empujón en el pecho.

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-Si te has vuelto loco, ¡ve al hospital psiquiátrico y toma la medicación! -protestó ella.

Bueno, ya la estoy tomando. lo sabes. —Rio él, soltándola con renuencia-. Ven, te llevo a casa.

Al ver que ella guardó silencio, él alzó una ceja y bromeó:

-Si no lo recuerdo mal, aún no estamos divorciados, ¿cierto? ¿Y ya temes que tu querido te malinterprete?

-De tu boca nunca salen palabras bonitas.

-Ajá. —Asintió―. Tienes razón.

Celia ya no quiso seguirle el juego.

-Vine en mi auto y no necesito que me lleves.

César la miró mientras ella se dirigía hacia el Audi blanco estacionado al otro lado. Permaneció inmóvil hasta

que ella se alejó conduciendo. El guardaespaldas, al ver que Celia se había ido, se acercó con respeto y sonrió.

—Jefe, si yo fuera usted, me habría subido al auto de la señora para que lo llevara de vuelta a casa. De todos modos, ella no lo dejaría tirado a medio camino.

César retiró la mirada con nostalgia.

-¿Y cómo sabes que no lo haría?

-Ella no es así, ¿cierto?

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