Capítulo 101
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Lo que había anhelado con toda su alma era precisamente esta escena… Quería que fueran, ante los ojos de todos, una verdadera pareja unida, en vez de dos extraños. Y todas esas cosas que tanto había deseado se habían vuelto realidad en ese corto mes. Todo se cumplió justo cuando ella estaba a punto de renunciar a todo…
¿Era lástima por sus seis años de entrega? ¿O acaso lo de Carlos lo hizo sentirse culpable y decidió tratarla mejor?
A Celia le ardía la nariz, pero ahogó una vez más esas emociones amargas que surgían en su pecho.
-Señor Herrera, ¡su novia se ve espectacular con este atuendo! ¡Parece una estrella! ¡Qué linda es ella! – La vendedora no pudo evitar elogiarla.
-Ella no es mi novia… -César intentó explicarle, pero la voz de Celia que sonó al mismo tiempo interrumpiéndolo.
-Soy su asistente.
Nicole se quedó perpleja… Ambos hablaron al unísono y, cuando sus miradas se encontraron, Celia desvió la
vista de inmediato.
-Señor Herrera, mil gracias por acompañarme a hacer compras. Por favor, descuente el costo de este vestido de mi salario. Voy a cambiarme dijo ella en tono distante y cortés.
—
Sin esperar respuesta, entró al vestidor.
Pero justo al cerrar la cortina, esta se movió bruscamente. La entrada repentina del hombre la tomó por sorpresa.
-¡César Herrera, tú…! -susurró consternada.
Él la atrapó entre sus brazos. Sus labios rozaban su oreja mientras murmuraba con voz grave:
-¿Quieres que las de afuera nos escuchen?
Los hombros de Celia temblaron levemente por los forcejeos, pero no chistó
-Este vestido te queda perfecto -susurró él.
Al notar su temblor, la apretó con más fuerza. En ese espacio reducido, los latidos y el calor corporal eran un veneno letal. César rara vez perdía el control. Sabía perfectamente cómo contenerse. Excepto por aquella vez que lo drogó, y él fue más salvaje que nunca, solía ser moderado. 1
Celia podía sentir que él estaba muy cerca. Era una distancia tan corta que sus cuerpos se entrelazaban, y su aliento se mezclaba con el de él al girar la cabeza. En el momento en que los labios de César estaban a punto de tocarla, el timbre de su celular rompió el silencio cargado. Celia sintió un alivio instantáneo y finalmente se relajó un poco. César sacó el celular de su bolsillo.
-Dime.
-César, tu papá ya llegó. ¿Cuándo llegarán?
Era una llamada de Marta. César se enderezó de inmediato.
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-Enseguida -respondió.
Colgó y, tras echar un vistazo a Celia, salió del vestidor. Ella exhaló lentamente, luego lo siguió.
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En la casona de los Herrera, todos estaban reunidos excepto Rocío. Junto a la abuela, se sentó un hombre maduro de rasgos distinguidos y complexión atlética. Aunque la edad le había dejado arrugas y algunas canas, no era difícil imaginar lo apuesto que había sido en su juventud.
César y Celia entraron a la sala. Al ver al hombre, ambos lo saludaron al unísono:
-Padre.
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