Capítulo 28
César se acomodó en la silla de acompañante, con las largas piernas cruzadas. Alto y de espalda ancha, se adoptaba muy bien a todos los trajes de diferentes estilos. Además, su cara también estaba perfectamente esculpida. En sus días de universidad, era el hombre más deslumbrante y más popular del
campus.
Para Sira, ese mismo hombre había sido su novio durante tres años, ¡y casi llegaron a la iglesia! Cada vez que lo recordaba, la resignación y el arrepentimiento en su corazón se intensificaban.
-Dime lo que ocurrió anoche -preguntó él, de repente.
Sira no esperaba esa pregunta. Se sobresaltó ligeramente antes de forzar unas lágrimas.
-Fue mi culpa… Me equivoqué con el número del privado y la puse en peligro… Aceptaré cualquier castigo por eso.
César guardó silencio, con una expresión impenetrable. Ese mutismo la puso nerviosa.
-¿No me crees…?
-No malinterpretes mis palabras -respondió él, tras una pausa-. No le des tantas vueltas.
Aliviada por su respuesta, Sira se inclinó hacia él, buscando apoyo en su hombro.
-Entonces, lo de Celia…
Pero él se puso de pie.
-Yo me encargo.
Sira perdió el equilibrio y casi cayó de la cama. Desde su regreso, notaba que, aunque César cumplía con todos sus caprichos, ya no había la misma intimidad entre ellos. Seguramente, le molestaba que ya no fuera “pura“. Con amargura, pensó que, si no hubiera tenido un hijo con otro hombre, él todavía la tocaría
como antes.
Celia salió de la sala de vigilancia con el ceño fruncido. Claramente, Sira lo había planeado todo: justo cuando ocurrió el incidente, las cámaras de las escaleras “misteriosamente” fallaron. Debía haberlo
previsto.
Después de dudar un momento, abrió el chat de un contacto y envió un mensaje.
***
Durante los dos días siguientes, César no apareció por el departamento de Celia. Y a ella le parecía
perfecto.
Margarita, mientras ordenaba el clóset, notó que faltaba mucha ropa de ella. Cuando esta salía, le
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preguntó.
-Señorita, ¿acaso también tiró su ropa?
Ya había notado que muchas de sus pertenencias estaban desapareciendo. Ahora hasta su ropa… Era lógico sospechar.
Celia le respondió con una sonrisa.
-Era ropa vieja. La doné porque ya no me quedaban.
-Ah, claro. Con el cambio de temporada, debería pedirle al señor que le compre ropa nueva -propuso Margarita sonriendo, como si estuviera viendo una telenovela romántica.
La sonrisa de Celia se desvaneció levemente y guardó silencio. En ese momento, sonó su celular. Era una llamada de Fabio. Contestó, pero antes de que pudiera hablar, la voz furiosa de su padre estalló. (1)
-¡Celia! ¿Qué demonios hiciste? ¿Por qué César retiró al abogado de Carlos? ¿Quieres ver a tu hermano en
la cárcel?
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