Capitulo 285
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Capítulo 285
Celia parpadeó atónita y lo miró con incredulidad.
-Aquí no tengo artículos de aseo para ti.
-Usaré los tuyos.
Cuando César dijo estas palabras como si Nicolás no estuviera presente, ella mostró incomodidad. Al notar su expresión, Nicolás intervino con calma:
-En mi apartamento tengo habitaciones de sobra y artículos de aseo nuevos. Señor Herrera, si quieres, puedo prepararte una habitación.
César arrugó la frente y le refutó con una risa burlona:
-¿Crees que es apropiado que me quede en tu casa?
-Ella acaba de recibir el alta. ¿Crees que es adecuado que te quedes en su casa?
La sonrisa de César desapareció.
-Soy su esposo.
Nicolás asintió con la cabeza, y luego lo interrogó con firmeza:
-Sí, ¿y qué? Como su esposo no hiciste lo que debías hacer, e insistes en hacer lo que no debes, solo porque ella es tu mujer. Pero, ¿alguna vez has considerado sus sentimientos? ¿Le has preguntado si realmente necesita que te quedes para cuidarla?
César apretó un poco los dientes y miró a Celia. De hecho, solo la había acompañado de vuelta a casa. No tenía planes de quedarse. Si se iba a quedar, prefería que ella le pidiera que se quedara. Pero, la aparición repentina de Nicolás lo había irritado…
Y sus palabras fueron como una espina clavándose en su corazón: parecía que nunca había preguntado por los sentimientos de Celia…
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Capitulo 285
Celia lo miró a los ojos, y de inmediato leyó lo que había en su mirada. Desvió la vista y
declaró:
-Puedo cuidarme sola.
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Al ver que ella no lo necesitaba… César sintió un nudo en el pecho. Apretó los puños y luego
los soltó lentamente.
-Vendré a verte mañana —dijo él.
Celia se sorprendió. Esta era la primera vez que César no insistía ni la presionaba. Él se dio la vuelta, mientras Nicolás estaba apoyado en el marco de la puerta.
-Entonces, señor Herrera, ¿no considera alojarse en mi casa?
César se arregló la solapa de la chaqueta y le respondió con una mirada significativa:
-Lo hablamos mañana.
César entró en el ascensor. Pronto, su figura desapareció de la vista de Celia. La mirada de
Nicolás se posó en ella.
-Si lo extrañas, ¿por qué no le pediste que se quedara? -le preguntó a Celia.
Ella volvió en sí y se lo negó:
-No lo extraño.
-Bueno, así está bien. Me voy.
Nicolás se dirigía a su propia casa. De pronto, se detuvo y se volvió hacia ella.
-Si no puedes con la mano y necesitas ayuda, llámame.
Celia se sorprendió por su oferta de ayuda, pero él ya había cerrado la puerta.
***
Al día siguiente, Celia estaba sentada en la sala cambiándose el vendaje de su mano. De
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The readers' comments on the novel: Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró