Nicolás mantuvo impasible.
-Agradezco su invitación, pero, vine en mi auto.
César sonrió con una expresión elocuente.
-Qué lástima.
Después de despedirse de él, Celia subió al auto de César. Durante el trayecto, ninguno habló.
Nicole, al volante, percibió la atmósfera tensa y puso música instrumental relajante. Entonces, César, mirando por la ventana, rompió el silencio.
-¿El evento fue un éxito? -preguntó.
Ella sonrió levemente.
-Sí, tu exnovia incluso intercambió unas palabras conmigo.
Él por fin mostró un rastro de descontento. En sus ojos se veía una mezcla de emociones complejas.
-¿Ya no podemos seguir adelante en la vida sin mencionarla?
-Ya no quiero seguir la vida contigo. Si lo pongo así, ¿te divorciarás de mí?
Él guardó silencio.
Nicole respondió una llamada con su audífono Bluetooth. Tras colgarlo, miró a César por el retrovisor.
-Celiana Soto, digo, la señorita Rojas, quiere ver a la señora.
-¿Quiere verme? -Celia no lo entendió.
Ella se encogió de los hombros.
-Así me lo transmitieron. Dijo que la cita sería en mañana por la mañana.
César, con semblante sereno, lo rechazó.
-Ella no irá…
-Iré a verla Celia interrumpió su frase-. ¿Por qué no? Tengo curiosidad de por qué me busca.
Nicole míró a César por el retrovisor, pidiendo su opinión. Él se masajeó la cabeza adolorida, sin responderle.
***
Al día siguiente, ella acudió a la cita con Celiana. Al verla, esta recordó que se habían cruzado antes. Admitió que Celia tenía una cara muy atractiva. Con razón, le gustaba tanto al señor Herrera.
Celia tomó una silla y se sentó.
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Capítulo 322
-Señorita Rojas, no nos conocemos, ¿cierto? ¿Por qué quiere verme? -le preguntó.
+25 BONUS
Entonces, Celiana recordó que se había convertido en la señorita Rojas y no tenía que temerle a nadie. Enderezó la espalda y deslizó una tarjeta bancaria hacia Celia.
-Aquí hay trescientos mil dólares. Exijo que te divorcies de César Herrera. 1
El dinero era un regalo de bienvenida de Enzo. Era también el dinero para gastos de ella. Estaba segura de que esa suma bastaría para tentar a Celia.
Ella soltó una risa sarcástica.
-¿Quiere que me divorcie de César?
-No estás calificada para ser su mujer -dijo, sentándose en la silla con los brazos cruzados-. Sé que provienes de una familia común y tienes un hermano en estado vegetativo. ¿Te crees digna de ser la señora Herrera?
Ni siquiera Sira había sido tan directa pidiéndole que se divorciara de él, pero esta señorita Rojas no se molestaba en disimular su intención. Celia echó un vistazo a la tarjeta sobre la mesa.
-¿Él solo vale trescientos mil dólares en tu corazón?
-¿No te parece suficiente?
-No —dijo Celia, con las manos apoyadas en la mesa, inclinándose hacia ella—. Treinta millones sería más apropiado.
Ella se levantó de golpe, incrédula.
-¿¡Quieres treinta millones!?
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