Capitulo 350
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Capítulo 350
Celia se encontró con su mirada profunda y se quedó aturdida por un momento. Cuando intentaba incorporarse, él tomó su muñeca.
-Celia.
-Solo quería apagar la luz, no lo malinterpretes. Además, vine a verte porque íbamos en el mismo auto. Si hubieras muerto, no podría darle explicaciones a tu familia. -Le explicó todo de un tirón.
Al ver su expresión seria, él asintió.
-Lo siento. Te decepcioné.
Ella no esperaba esa respuesta.
-¿Qué?-preguntó.
—
-Ya recordé todo lo del pasado la mirada de César se clavó en su cara-. Te pedí que vinieras a buscarme cuando crecieras. Viniste, pero yo te olvidé.
Celia apretó los puños y desvió la mirada.
El pasado, pasado es. 1
-Para mí, no ha pasado. -César se apoyó para incorporarse.
Ella se apresuró a impedirlo.
-¡No te levantes! Si se te abre la herida, ¡tu madre me echará la culpa otra vez!
Él parpadeó, pero al final, volvió a recostarse.
-Perdón -le dijo.
Celia retiró la mano y se quedó de pie dándole la espalda.
-¿Por qué te disculpas? Hemos saldado nuestra cuenta. César, seguiremos con el divorcio, pero esperaré a que
te recuperes.
Sin esperar su respuesta, ella salió de la habitación. César observó cómo su figura se alejaba. De repente, empezó a toser violentamente. Nicole, al oír el ruido, entró a la habitación.
-Jefe, ¿cómo está?
Él tosía sin parar, hasta que le dolía el pecho. Nicole presionó el botón para llamar a la enfermera.
***
De vuelta al hotel, Celia se encontró con Nicolás junto a la fuente de la entrada. Llevaba una gabardina ligera. Su figura era esbelta y su perfil, oculto en la luz, parecía elegante pero distante. 1
-¿Doctor Gómez? -ella se sorprendió mucho.
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Capitulo 350
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El se volvió hacia ella.
-¿Saliste?
–Sí, ya es muy tarde… ¿Por qué te quedas parado aquí? -preguntó Celia mirando a su alrededor—. ¿Estás esperando a alguien?
Él miró hacia los rascacielos a lo lejos.
-Yo también me hospedo aquí. No estoy acostumbrado al entorno de la capital, así que salí a tomar un poco de aire.
Ella sonrió.
-El clima aquí es más seco. Ahora son los mediados de otoño, la diferencia de temperatura entre el día y la noche es notable. Es normal si no estás acostumbrado.
La mirada de Nicolás pasó por su ropa ligera.
-Y si sabes que hay gran diferencia de temperatura, ¿por qué no te pones un abrigo?
Ella miró su propia blusa. Aunque era de manga larga, la tela de seda no la protegía del viento.
-Bueno, no hace tanto frío…
Apenas dijo eso, estornudó inesperadamente. Nicolás se quitó la gabardina y se la colocó sobre los hombros. Ella se quedó pasmada, mirándolo con asombro.
-No me mires así -dijo él, retirando las manos después de cubrirla-. Si te enfermas, cuando regresemos a Rivale, yo seré el que tendrá más trabajo.
-Dylan te ayudará, ¿no?
-Se tomó un permiso.
-¿Por qué?
Nicolás mantuvo su expresión impasible.
-Fue a una cita a ciega arreglada.
Celia lo entendió. Él miró su reloj y propuso:
-Ya es tarde. Mejor regresemos a descansar.
Ella asintió y entró al hotel con él.
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