Capítulo 61
La señora Fernández disfrutaba mucho de esa falsa superioridad, sin prestar atención a esos comentarios sobre Alfredo. Se cruzó de brazos con arrogancia.
-Vaya, ¿ahora te da vergüenza? Como yo decía…
Antes de que terminara sus palabras, Felipe le tapó la boca. Se volvió hacia Alfredo y se disculpó.
-Señor Suárez, nuestras más sinceras disculpas. Mi esposa no sabe quién es usted. Pedimos su perdón.
Aunque los Suárez no eran tan poderosos como los Herrera, seguían siendo una familia influyente en la capital. Podrían destruirlos con un simple chasquido de dedos.
Alfredo se puso serio.
-Su esposa la empujó. ¿No piensa disculparse con ella también?
Felipe empujó sigilosamente a su esposa. La mujer, al comprender que había ofendido a un hombre poderoso, se disculpó a regañadientes.
Alfredo les dirigió una mirada con advertencia.
-Lárguense de aquí ahora mismo.
Felipe ya no se atrevió a decir nada más y se fue con su esposa discretamente.
Celia examinó el brazo de Alfredo, preocupada.
-Tu brazo está herido. Vámonos al departamento de ortopedia.
Alfredo retiró la mirada y le sonrió.
-De acuerdo, gracias.
Mientras se alejaban hacia el ascensor, los espectadores no podían contener sus murmullos.
-¿Para qué la doctora Sánchez opta por ser amante del doctor Fernández si tiene al señor Suárez a su lado?
-Tienes razón. Este chisme suena a que es falso…
***
En el departamento de ortopedia, tras los exámenes de los rayos X, Alfredo le sonrió a Celia para consolarla.
-Mira, mis huesos están perfectos. Son solo unos moretones. Te preocupaste demasiado.
Celia bajó la vista, sintiéndose culpable.
-De todos modos, me alegro de que no sea grave.
-Qué curioso. Cada vez que nos encontramos, estás siendo maltratada -Alfredo se detuvo para mirarla.
Celía parpadeó, sorprendida. Pues… Parecía que él tenía razón…
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Capítulo 61
-Si el tío Antonio supiera cómo tratan a su alumna favorita, se preocuparía -suspiró Alfredo.
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-Por favor, no se lo digas al maestro. No quiero preocuparlo. Además, me iré de la ciudad en más o menos un
mes.
En ese momento, una voz masculina resonó detrás de ella.
-¿A dónde irás?
Celia giró sobresaltada y luego vio a César, que había aparecido misteriosamente. Alfredo lo miró a los ojos con una sonrisa.
-Señor Herrera, ¿no debe estar con su novia?
-¿Novia?
-Lo admitió en persona, ¿no es así?
César mantuvo su expresión impasible, aunque sus ojos brillaron con una peligrosa intensidad.
-Qué oportuno estuvo usted para escuchar todo.
Alfredo permanecía con calma, sin perder la sonrisa. Se despidió de Celia.
-Celi, necesito visitar a un familiar hospitalizado. Me voy. Ten más cuidado.
Celia asintió.
-De acuerdo.
Al pasar junto a César, su sonrisa se desvaneció. Celia, tras echarle un vistazo a César, intentó irse también, pero este último bloqueó el camino obstinadamente.
Finalmente, impaciente y confundida, ella levantó la cabeza y le preguntó:
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