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Capítulo 105
Valeria ignoró el teatro de Sira.
-Claro que es tu culpa. Después de estos seis años, sigues siendo tan descarada. Se burló con desprecio.
Ante la humillación, Sira palideció. César interfirió con descontento.
-Abuela, por favor, no intervenga en la relación entre Sira y yo y no sea tan hostil con ella.
Dicho esto, levantó a Sira en brazos y se marchó sin mirar atrás. Valeria suspiró profundamente y luego miró a Celia, quien aún estaba empapada.
-Ahora nosotros, los Herrera, te debemos mucho.
-No se preocupe. Ya no importa. -Celia sonrió con amargura.
De todos modos, se divorciaría de César. Su actitud ya cambiaría su decisión. Justo cuando iba a levantarse, Marta la ayudó, lo cual era un gesto inusual.
-Mamá, la llevaré a cambiarse. -Se ofreció.
Valeria accedió.
***
En la habitación, Celia salió del vestidor con ropa limpia y seca. Creyó que Marta se había ido, pero seguía allí esperando. Se le acercó incómoda.
-Mamá, me he cambiado de ropa. Me voy ahora.
Marta se acercó y, para sorpresa de Celia, le arregló la blusa con ternura.
-Ahora entiendes cómo es la sensación de casarte con un hombre que no te quiere, ¿cierto? Aún eres muy joven y todavía tienes otras opciones —dijo con voz serena.
Celia nunca esperó esa escena y hasta sospechó que estaba alucinando. Marta jamás le hablaba de cosas fuera de su relación, ni decía palabras tan sinceras.
-Mamá, ¿por qué…?
-Es un consejo normal. Sabes bien cómo es la actitud de César —dijo Marta, cambiando su tono habitual—. Sí, no me caes bien. Pero, aún eres muy joven y no vale la pena perder tu vida esperándolo…
De pronto, decidió no continuar y mostró de nuevo su actitud arrogante.
-Bueno, nunca lo entenderás. Mejor regresa a casa.
Dicho esto, abandonó la habitación. Celia no entendió su actitud, pero no quería perder tiempo en eso. Tal vez Marta, de repente, sintió lástima por ella.
***
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Capítulo 105
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Abajo, César revisaba las cámaras de seguridad cerca de la piscina mientras esperaba a que Sira se cambiara, Mientras tanto, ella se había cambiado y se le acercó acompañada de Rocío.
-César–lo llamó, sin prestar atención a la pantalla de su celular-. Lo siento, todo lo de hoy ha sido mi culpa. No debí visitar la casona y les causé muchos problemas….
Rocío la consoló.
-Sira, no digas tonterías. ¡No tienes ninguna culpa! ¡Fue Celia quien…!
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