Capítulo 106
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César fingió no conocer a Celia en su presencia. Al principio, ella lo había creído. Pero, más tarde, había descubierto la relación entre ellos. Ahora esa maldita Celia se atrevió a visitar la casona de los Herrera, ¡y hasta la vieja bruja la apoyaba! ¿Cómo era posible que ella no se sintiera inquieta?
César permaneció inmóvil, en silencio. Sira lo soltó y retrocedió varios pasos tambaleándose, llorando desconsoladamente.
-César… me lo prometiste…
-Lo que te prometí sigue en pie. -Interrumpió él.
Sira no esperaba su actitud dura. César giró hacia Rocío y le ordenó:
-Tú, llévala a casa.
Al terminar de hablar, se marchó sin mirar atrás. Perdida, Sira observó cómo se alejaba, con la cara alternando entre palidez y furia.
***
Al llegar a la villa, Celia recibió una llamada de Alfredo. Él había localizado al vigilante que estuvo de turno el día que golpearon a Carlos. Se llamaba Paco Rivera y era el sobrino del director de la Administración Fiscal.
Mientras sacaba agua de la nevera, Celia se detuvo cuando él mencionó al director de la Administración Fiscal. Las palabras de Samuel cruzaron fugazmente su mente.
-¿Cómo se llama la esposa del director? -le preguntó.
Alfredo pareció sorprendido por la pregunta, pero aun así respondió sin dudar:
-Se llama Tina Fernández y trabaja como gerente en un banco.
Fernández… Obviamente, tenía algo que ver con Felipe. Pero él seguía detenido, y además en una comisaría de una zona diferente. Era imposible que supiera lo de Carlos. Sira definitivamente estaba detrás de todo esto, y quien pudiera mover los hilos de la familia Fernández para ayudarla…
De pronto, la imagen de una persona saltó en su mente.
-Alfredo, ¿podrías ayudarme a investigar a otra persona?
-Sería un honor. -Sonrió él con ternura.
-Necesito los contactos y movimientos recientes de la esposa de Felipe Fernández.
-Claro, lo haré.
-Mil gracias, mi amigo. -Celia sonrió con genuina gratitud.
Al terminar la llamada, vio a César en la puerta de la habitación al girarse. Él la estaba observando con una mirada inescrutable. Celia aún recordaba su indiferencia hiriente junto a la piscina. Pero, ahora, al verlo de nuevo, ya no sintió ninguna alteración. La amargura en su pecho se había esfumado. Intentó salir, pero César le
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Capítulo 106
bloqueó el paso.
-¿Qué le pediste a Alfredo que te ayudara a investigar?
-¿Qué te importa?
Como él no se movía, ella alzó la mirada con fastidio.
-¿Podrías apartarte de mi camino?
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Él extendió lentamente la mano hacia ella e, instintivamente, ella la esquivó. Era un gesto insignificante para él, pero sintió un dolor, inexplicable e incómodo, en su corazón que lo molestó profundamente. Retiró la mano y se ajustó los puños como si nada hubiera pasado.
-Sobre lo de la piscina, ya me enteré de la verdad. Fui injusto contigo —dijo con calma.
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