-Pero Sira no es su esposa. -Suspiró Nicole, en un tono cargado de una rara súplica-. Sé
Sé que aún le guarda resentimiento. Ahora mismo está en quirófano, con la vida colgando en un hilo. La familia Herrera no sabe que vino a Rivale a buscarla. Pase lo que pase, por favor, venga a verlo por respeto a la abuela Herrera…
-¿Ya has terminado? -Celia tomó aire antes de continuar con una voz totalmente serena-. Ahora me toca a mí. Primero, estoy agradecida por la amabilidad de la abuela, pero la bondad que recibí de ella no tiene nada que ver con César. Si voy a verlo por la abuela, usarán la misma excusa para amenazarme de nuevo.
Hizo una breve pausa, luego terminó de hablar de una vez:
-Harán lo mismo para presionarme constantemente. No obstante, durante estos seis años, no les debo nada a los Herrera. La abuela fue amable conmigo, y yo le estoy agradecida, pero eso no significa que deba concederles este favor. Dile a César Herrera que, aunque se muera, ¡no iré a verlo!
Dicho esto, Celia colgó la llamada. Nicole miró hacia César, quien se sentó en la banqueta con solo unos rasguños menores. Había puesto la llamada en altavoz, así que César había escuchado cada palabra hiriente de Celia…
Él cerró los ojos, conteniéndose con una expresión impasible. ¿Qué no vendría a verlo ni aunque se
muriera? Qué cruel era esa mujer.
Nicole guardó su celular, sintiéndose incómoda. Había actuado con todo lo que tenía…
-¡Señor Herrera!
Vino el patriarca de la familia Ruiz, señor Jorge Ruiz. Al enterarse del “accidente” de César, llegó apresuradamente a la clínica. Las heridas en su brazo eran visibles bajo la manga arremangada, pero
no eran graves.
-¿Qué ocurrió en realidad? ¿Por qué terminó en el hospital?
César se bajó la manga con calma.
-Fue un simple accidente.
-Un niño salió corriendo a la calle. El chofer frenó bruscamente y rozamos la barrera. El jefe se golpeó por el impacto–explicó Nicole.
-Lo importante es que esté bien… -Suspiró Jorge aliviado.
De pronto, recordó algo y le ofreció a César:
-Tengo una residencia con muy buena vista. Señor Herrera, ¿por qué no descansa allí unos días?
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Capitulo 237
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Nicole lo miró, confundida. César solo tenía unos rasguños… ¿Necesitaría un descanso especial? Obviamente, él tenía otras intenciones.
César no lo rechazó, aceptando con facilidad la oferta.
-De acuerdo. Se lo agradezco, señor Ruiz.
–Es un placer.
**
A la mañana siguiente, Celia esperaba el ascensor en el pasillo. Nicolás también salió de casa justo en ese momento. Él llevaba una camisa impecable sin ninguna arruga, con un pantalón de marrón claro. Hasta sus zapatillas blancas estaban perfectamente limpias.
Su mirada se posó en la bolsa de basura que Celia sostenía en la mano. Sus pasos se detuvieron notablemente. Celia también se dio cuenta de su reacción.
-Doctor Gómez, parece que debes usar el próximo ascensor. —Le sonrió ella, levantando deliberadamente la bolsa negra-. Son restos de comida de anoche. Huelen mal.
En ese momento, las puertas del ascensor se abrieron. De repente, Nicolás se adelantó y entró primero. Celia se quedó algo desconcertada en la entrada, indecisa sobre si entrar o no.
-No me la acerques. Así está bien —dijo él, mirándola.
Celia quedó sin palabras. En el primer piso, ella salió primero y él la siguió.
-¿Me dijeron que tu exesposo te está acosando? -preguntó Nicolás detrás de ella, manteniendo
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