Capítulo 300
-Mientras que mantengas obediencia y seas inteligente, obtendrás mucho más que solo ochocientos mil dólares. Aprovechando su identidad, podrías entrar en la alta sociedad y casarte con un hombre rico y lograr un ascenso social-dijo Sira dándole una palmadita en
el hombro. Necesito solo cien mil dólares. Para pasado mañana necesito ver la
notificación de transferencia.
Después de que Sira subió las escaleras, Celiana apretó instintivamente las manos. ¡Había pedido que le diera cien mil! ¿¡Y decía que no quería su dinero!? No obstante, aunque hervía de rabia por dentro, no tenía más remedio que aguantarla mientras tanto. Ahora debía
pensar en cómo sacarle el dinero de la cuenta de su padre…
***
Dos días después, la luz del sol se filtraba a través del follaje frondoso del parque, cortada en pequeños puntos de luz que se esparcían por el suelo. Carlos estaba sentado en una silla de
ruedas, mientras Celia la empujaba desde atrás. Paseaban tranquilos por el sendero del parque. Al mismo tiempo, los guardaespaldas de César y dos cuidadores los seguían no muy
lejos.
Celia detuvo la silla de ruedas junto al lago artificial y se agachó a su lado.
-Has estado en la cama durante tanto tiempo… Tienes que tomar más sol para reponer calcio. El paisaje aquí es bonito, te gustará.
Carlos parpadeó lentamente. Debido al largo tiempo en coma, sus funciones cerebrales aún no se habían recuperado por completo. No podía hablar y sus piernas tampoco no podían sostenerlo por ahora. Por suerte, podía entender lo que ella decía.
-Me alegra que te guste. -Ella le sonrió.
En ese momento, sonó su celular. Al revisarlo, era una llamada de Nicolás. La cuidadora se acercó y le dijo:
-Señora Herrera, nos encargaremos de cuidarlo. No se preocupe.
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Celia asintió con la cabeza, dejando a Carlos al tanto de la cuidadora y se fue tras la llamada.
***
Celia llegó con prisa a la clínica, se cambió y fue a turno extra en el consultorio. Casi todos los consultorios de internistas tenían pacientes. Solo los pacientes de control ya eran más de diez. Sumados a los que habían venido por primera vez, ahora los pasillos estaban
abarrotados.
Celia abrió la puerta del consultorio, donde estaba Nicolás, y afuera una larga fila de pacientes estaba esperando. Se sentó en su lugar y se disculpó con él murmurando:
-Perdón, he llegado tarde.
Él extendió una receta a un paciente y, cuando este se fue, habló:
-¿Estos días pareces muy ocupada?
Ella dudó, pero le dijo la verdad:
-Mi hermano despertó.
Nicolás la miró, sorprendido.
—¿Tu hermano…? ¿El que estuvo en estado vegetativo?
Ella lo afirmó con la cabeza.
-Es una buena noticia.
En ese momento, Dylan abrió la puerta con prisa.
-¡Nicolás! Un paciente con HICH necesita cirugía craneal urgente. Pero todos los
quirófanos están en cirugías y no hay personal disponible.
Nicolás arrugó el entrecejo. Al siguiente segundo, miró a Celia.
-¿Cómo va la recuperación de tu mano?
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Como cirujana principal, sus manos debían estar firmes. Celia dudó, sin atreverse a darle la
garantía.
-No estoy segura…
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