Capítulo 380
Cuando Nieve aceptó su decisión sin pensarlo dos veces, César le extendió su meñique, haciendo el gesto de hacer promesa con ella. Y, efectivamente, Nieve cayó completamente ante ese recurso infantil. César había logrado alegrar a Nieve con sus propias habilidades.
Ben apretó los dientes, pero no pudo refutarle. Era también su propia culpa, por no haber encontrado a Celia antes de que se casara con este tipo…
Una vez que Nieve descanso, los tres salieron de la habitación. Fuera de la suite, antes de que Celia pudiera hablar, Ben agarró bruscamente la solapa de César.
-Señor Herrera, ¿le parece bien usar estas tretas con una paciente con trastorno mental?
Celia volvió en sí e intentó detenerlo, preocupada de que Ben realmente llegara a golpearlo y la familia Herrera viniera a buscarle problemas. Solo Marta ya era suficientemente problemática.
-Ben, cálmate.
Ben no la obedeció, y su mirada aún se clavó en la cara despreocupada de César, quien lo miró con igual intensidad.
-Sí, la señora Rojas tiene una condición mental, pero al menos reconoció a su hija con más claridad que usted y su padre, ¿no le parece? Yo solo estaba interactuando con ella de manera normal. ¿Cree que esa es una treta? (1)
Ben se atragantó. Las venas en el dorso de su mano sobresalieron. Aparentemente, las palabras de César le resultaron hirientes.
-César Herrera, ¡ya basta! -Celia lo empujó y se interpuso entre los dos-. ¿Tienes que ser tan cruel soltando estas palabras tan hirientes?
La luz en los ojos de César se apagó un poco.
-¿Dices que yo soy cruel?
Ella evitó su mirada.
-No tienes derecho a criticar ni a mi hermano ni a mi padre. Y además… -Ella hizo una pausa de varios segundos antes de volver a mirarlo-. Eres la persona menos calificada para decir esas cosas.
La espalda de César se puso rígida de golpe, y su sonrisa se desvaneció por completo. Sus ojos profundos eran como un abismo profundo. En la oscuridad insondable, se ocultaba el peligro.
Él sonrió con amargura: así se sentía ser invalidado…
Celia tomó del brazo a Ben y pasó rápidamente junto a él. César permaneció quieto en el mismo lugar. En aquel desierto pasillo, solo quedaba su figura solitaria.
***
Cuando Celia y Ben salieron del ascensor, él se rio de repente.
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Capitulo 380
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-¿No temiste que tu furia lo hiciera desmayar?
-¿Y qué derecho tendría a enojarse porque defendí a mi propio hermano? -murmuró ella.
-Bueno, considerando que es un paciente, no le guardaré rencor -Ben puso una mano en su hombro, con tono elocuente-. Ya vas a ver… cuando te metas en problemas, no te acuerdas de mí; pero cuando no los hay, ahí sí me recuerdas.
Celia se quedó sin palabras.
***
Después de separarse de Ben, Celia regresó a la zona de cuidados intensivos. Apenas abrió la puerta, una figura se le acercó de repente y la abrazó con fuerza por detrás, enterrando su cara en la curva de su cuello. Parecía una provocación, pero también un reproche.
-En verdad me dejaste allí solo. ¿No temiste que me pasara algo?
Su tono sonaba a queja por su dureza. Al ver que no podía liberarse, Celia se rindió.
-Con esa fuerza, no le pasará nada.
Él rio contra su hombro. Sus dedos juguetearon con las puntas de su cabello. Cuando rozó su oreja, ella se apartó, sensible al contacto. Él bajó la mirada hacia sus labios suaves, conteniendo el impulso de besarlos.
-Puedes decirme lo que quieras, lo aceptaré. No me enojo. (1)
Ella le refutó con sarcasmo:
-Es que no tienes derecho a enojarte.
César se quedó sin palabras. Al notar que la fuerza en sus brazos disminuía, ella se liberó de su abrazo de inmediato.
-De ahora en adelante, deja de manosearme.
Iba a dirigirse a su habitación cuando el hombre le habló con calma:
-¿Qué te dijo mi madre el otro día?
Ella se detuvo en seco. Tras un silencio de varios segundos, le respondió:
-Me pidió que te cuidara bien. Que no permitiría que tú, su tesoro, sufrieras ninguna injusticia por nadie.
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