Capítulo 304
Celia soltó una sonrisa burlona.
-Sí, todo ha sido un malentendido. ¿Y ahora aún quiere cambiar de habitación?
–
Maira se atragantó y su cara se tensó involuntariamente. Miró con cautela a César y al final dijo:
-Pues no… Mejor que se quede en la UCI.
Celia se volteó y se fue sin decir nada más. César intentó seguirla, pero Maira lo bloqueó.
-Señor Herrera, ¿tiene tiempo? ¿Quiere pasar por mi casa a tomar una taza de té?
Antes de que pudiera responder, Nicole la apartó.
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-Señora, con el dinero que recibieron, la deuda ya está saldada. Ahora los asuntos de la familia Soto no tienen nada que ver con mi jefe. Por favor, no use su nombre alegremente la próxima vez que arme un escándalo.
César se sacudió las mangas y se fue directamente, seguido de Nicole. Haber sido rechazada dejó que Maira se sintiera incómoda, pero en ese momento le preocupaba más la condición de su esposo. Además, todo el dinero estaba en manos de Iván. Si él moría, ¿qué haría ella?
César alcanzó a Celia y la tomó de la mano.
-Puedo explicártelo.
Ella retiró la mano y se volvió hacia él.
-¿Qué quieres explicarme? -lo interrogó.
-No tengo relación con esa familia. Solo estaba saldando una deuda. Tranquila, no me entrometeré en sus
asuntos.
Saldar una deuda… Celia soltó una risa con amargura.
-Recuerdas todas las deudas de los demás, excepto…
Excepto las de ella…
-¿Excepto qué?-él entrecerró los ojos.
-Nada–Celía cambió de tema. Su esposo tuvo una hemorragia cerebral supratentorial, que es la enfermedad cerebrovascular con la tasa de mortalidad y discapacidad más alta. Aunque ya fue operado, necesita observación. Pero su esposa no quería pagar por la UCI. Señor Herrera, creo que debes comunicarte con ella.
Él se aflojó el cuello de la camisa mientras decía:
-Si no malgastan el dinero que les di, el monto es suficiente para que vivan cómodamente. No deberían preocuparse por estos gastos médicos.
-Señor Herrera, nunca sabes cómo es una vida difícil, ¿cierto? -dijo Celia con los brazos cruzados-. La gente que ha sido pobre toda su vida está acostumbrada a ahorrar. Incluso si de repente tienen mucho dinero, siguen
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pensando en economizar en todos los aspectos. Claro, si fueras más generoso y pagaras sus gastos médicos, sería aún mejor.
Él apretó la mandíbula, mirándola fijamente.
-Ese es su problema, no el mío.
—Ya les diste ochocientos mil. ¿Acaso a ti te importa pagarles los gastos médicos?
Al oírlo, César se detuvo en seco, con un destello de placer en sus ojos.
-Celia, ¿estás enojada?
A ella le importaba él, ¿cierto? Celia se sorprendió y estaba a punto de refutarle cuando una enfermera llegó corriendo.
-¡Doctora Sánchez… El doctor Gómez despertó!
Celia se dio la vuelta y se fue con la enfermera sin responderle. Como lo que él había hecho en el pasado, dejándola atrás por Sira sin dudarlo.
César permaneció inmóvil hasta que su figura desapareció de su visión. Acarició la alianza en su dedo anular, con su expresión oscureciéndose cada vez más.
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