Su mirada estaba llena de una mezcla de sentimientos con expectativas ocultas, y luego el brillo tenue se oscurecía todavía más entre anhelos. Si hubiera sido en el pasado, ella jamás habría visto esta expresión de desolación en los ojos de César. Evitó su mirada y le dijo:
-Quiero ir al baño. Lo digo en serio…
Se alejó apresuradamente, apretando inconscientemente las manos, sin atreverse a mirar atrás. Temía caer de nuevo en su mundo.
Dentro del baño, Celia se retocó el labial frente al lavabo para verse un poco más animada. En ese momento, entró una mujer de mediana edad con un atuendo elegante.
Llevaba una boina negra de encaje y estaba maquillada. Sus rasgos faciales eran refinados, pero había algo extraño en estos, como si se hubieran ajustado con cirugía, mostrando un poco de rigidez. Además, esa mirada suya le produjo a Celia una ilusión de familiaridad, como si la hubiera visto en algún lugar.
Al ver que la mujer le sonreía, Celia le respondió con cortesía y luego desvió la mirada. Justo cuando ella estaba a punto de irse, la mujer pasó a su lado levantando una mano. Por accidente, su anillo con un diamante grande se enganchó en el cabello de Celia, causándole un dolor punzante en la cabeza.
-¡Perdón! ¡Te enganché el cabello!
La mujer de mediana edad se disculpó atropelladamente. Parecía que era la primera vez que le ocurría un accidente así.
-Es mi culpa. Mi esposo siempre dice que soy torpe, que todo lo que hago causa problemas. Lo siento mucho, señorita.
Celia ni siquiera quería llorar, pero la otra ya estaba llorando. Ahora parecía que ella había sido quien la había
intimidado…
-Señora, no la culpo. Pues… No llore… -intentó consolarla.
La mujer se secó suavemente las lágrimas.
-Qué joven tan amable…
Celia le ofreció una servilleta.
-Solo fue un accidente. No es nada grave.
La otra vaciló un momento antes de aceptar la servilleta.
-¿Cómo te llamas? -le preguntó.
-Celia Sánchez.
La mujer la miró, con una sonrisa en su cara.
-Es un nombre bonito. Puedes llamarme Beatriz. Me dedico a la medicina estética.
Capítulo 313
Celia no entendió muy bien por qué ella de repente empezó a presentarse.
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-Ay, lo siento por las molestias… ¡Cómo puedo hablar contigo tanto tiempo en el baño!? – Beatriz parecía exasperada, pero tomó su mano con calidez-. Ven a mi clínica otro día. Tranquila, tu carita bonita no necesita ninguna cirugía. ¡Solo ven a charlar conmigo! Aquí tienes mi tarjeta de nombre. Guárdala, ¿de acuerdo?
El entusiasmo de la mujer dejó a Celia atónita. ¡Definitivamente era una persona de carácter extrovertido! Celia no sabía si debía aceptarla o no, pero al final la tomó sin poder rechazarla.
Después de que Celia salió del baño, Beatriz se volvió lentamente para observar su figura, y su sonrisa se volvió gradualmente extraña.
***
Celia leyó la tarjeta que decía: “Directora de la Clínica Estética Sonrisa, Beatriz Vargas“.
Al regresar al salón privado, todos todavía estaban comiendo, bebiendo y conversando animadamente, especialmente Valeria.
Celia echó un vistazo, pero no vio a César. ¿Acaso no había regresado? Bueno, a dónde fuera él no le importaba. Pensando, volvió a su asiento, sirvió vino y comenzó a conversar con la persona a su lado. 1
La cena terminó alrededor de las ocho de la noche. Al salir del restaurante, un viento húmedo los recibió. Parecía que había llovido mucho. El suelo mojado estaba lleno de charcos que reflejaban las luces neón de la calle.
Celia había bebido de más. Ahora, con el viento, se sentía mareada y confusa. Valeria despidió al equipo de Izan y luego miró a Celia.
-Mi niña, ¿estás borracha?
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