Capítulo 316
Ben apartó su mano con suavidad, y luego dijo con expresión indiferente.
-Si de veras se preocupa por ella, debería haber venido a visitarla en persona.
La sonrisa de Beatriz se congeló al instante. Guardó silencio.
-Tengo asuntos que atender. Me voy -Ben se despidió de ella.
-De acuerdo.
Beatriz observó cómo él subía al auto y se alejaba, y su sonrisa se desvanecía poco a poco. Sacó su celular y marcó
un número.
-¿Ya les entregaron los resultados de la prueba de parentesco?
Después de escuchar la respuesta, colgó satisfecha, con una sonrisa siniestra en su cara.
-Enzo Rojas… ¿Quieres recuperar a tu hija? Pues yo no te lo permitiré.
Hace años, había cambiado al feto muerto de ella con la niña sana de Nieve. ¿Cómo iba a permitir que ahora la
encontraran con tanta facilidad?
***
En la estación de enfermeras, Celia estaba revisando los registros médicos de Iván. Concentrada en su lectura, no se dio cuenta de que Nicolás apareció detrás de ella.
-¿Esos registros médicos son tan interesantes? —preguntó él.
Celia volvió en sí y se giró algo asustada.
-¿Doctor Gómez? Ya regresaste a casa, ¿no?
-Sí, volví a casa, pero no me retiré -dijo él, con su mirada posada en la carpeta-. ¿Hay algún problema?
-No… El paciente ya fue trasladado a una habitación normal. No hay mayores complicaciones -explicó Celia dejando de lado la carpeta.
-Entonces, ¿qué más te atrajo tanto? -Nicolás persistió.
-El tiene una hija y ella no ha venido ni una vez a visitarlo. Solo sentía curiosidad… -Ella inventó una excusa.
-Te interesan mucho los asuntos ajenos, ¿eh?
-Pues, no tanto.
Nicolás la miró fijamente.
-¿En serio? Dylan me dijo que le preguntaste sobre mí y mi familia.
Ella se quedó sin palabras. ¿Cuándo lo había preguntado? ¿¡Cuándo!?
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Capitulo 316
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-No fui yo quien le preguntó, fue él…
Justo en ese momento, Dylan llamó al nombre de Nicolás desde adelante. El le respondió y, antes de irse, le lanzó una mirada elocuente a Celia, con una leve sonrisa en los labios.
Celia solo pudo tragarse las palabras que no había dicho.
***
Mientras tanto, en la capital, al recibir el mensaje de Jacob, Enzo compartió ansiosamente la buena noticia con
su esposa:
-¡Nieve! ¡Ya encontramos a nuestra hija! ¡Va a volver a nuestra familia!
Nieve abrazaba una muñeca en sus brazos. Al verlo tan feliz, lo miró con confusión.
-¿Qué tonterías dices? Nuestra niña siempre ha estado aquí con nosotros, ¿no?
Al ver la muñeca en sus brazos, a Enzo le partió el corazón. Se sentó a su lado, rodeó sus hombros y le murmuró con suavidad:
-Cuando ella regrese, te alegrarás mucho.
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