Capítulo 325
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Iván camino hacia la cama. Al escuchar eso, se detuvo en seco antes de sentarse. Tras un largo rato, se sentó al borde de la cama, dándole la espalda en silencio. Celia se le acercó.
-Señor, también está al tanto del secuestro de ese año. Vio a los dos niños que escaparon a su aldea, ¿cierto?
-Pues…
Él no se atrevía a mirarla a los ojos, con sudor en su frente.
-¿La niña que vio en ese entonces vestía una blusa amarillo pálido y un overol blanco?
Iván guardó silencio por un largo tiempo. Quizás debido a lo sucedido con su hija, su conciencia lo atormentaba. Al final, alzó la vista.
-Debí haber adivinado que esa niña era usted.
Ella tomó aire profundamente.
-Entonces, ¿la persona a quien le supliqué ayuda antes de desmayarme fue usted?
-Sí, fui yo -Se llenó de culpa-. Niña, lo siento. Nuestra familia era demasiado pobre. La tentación de esa suma era demasiado grande para nosotros. Fui yo quien aceptó que mi hija fingiera ser la salvadora del señor Herrera. Pensé que, con ese dinero, saldríamos de la pobreza y podríamos comprar una casa grande en la ciudad y vivir una vida tranquila.
Se secó las lágrimas con sus manos, antes de continuar.
-¡Pero nunca imaginé que Celiana se volvería así…! Nunca…
Celia apretó los puños. Recordó la emoción y el alivio al encontrar a los aldeanos después de sobrevivir al secuestro. En ese momento, solo pensó en lo afortunados que eran. Ella gritó con toda fuerza pidiendo ayuda y llegó una persona. Le suplicó ayuda y le dijo su nombre y dirección, pero al final quedó inconsciente.
Cuando despertó, estaba en una clínica. En ese entonces, Rosa y Carlos la esperaban junto a su cama. Ella se dio cuenta de que su cruz había desaparecido, pero Rosa le dijo que eso no importaba porque había tenido mucha suerte al sobrevivir al accidente.
En su memoria, siempre pensaba que esa cruz era un talismán que Rosa le había regalado, así que las palabras de ella la entristecieron por un tiempo. Pero, con el paso del tiempo, lo olvidó poco a poco.
Tras ese momento desesperado, entre los niños que la acompañaron en el secuestro, solo César sobrevivió y ella solo lo recordaba a él. Aún recordaba que cuando escapó con él, ella se torció el pie y él la cargó sobre su espalda. Corrió un largo trecho y se cayó varias veces. Ella quería que la dejara, pero él insistió mucho, diciendo que nunca la abandonaría porque ella lo había salvado.
Cuando el secuestrador los persiguió, se escondieron entre espinos aguantando el dolor. Para protegerla, todo su cuerpo fue arañado por las espinas hasta sangrar. En el bosque apartado, se escondieron durante dos días enteros y solo podía beber rocío y comer bayas silvestres. Por el hambre y el frío, él contrajo fiebre. Sin otro remedio, ella lo cargó sobre su espalda aguantando el dolor en su pie, cojeando hacia la dirección de la aldea.
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Capítulo 325
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El le susurró al oído:
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The readers' comments on the novel: Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró